

Esta Manifiesto esta dedicado:
A quienes crean sin permiso.
A los que no entraron por la puerta principal del arte,
sino por alguna rendija, una grieta, un suspiro.
A quienes no tuvieron diplomas, pero sí preguntas, cicatrices
y una voz temblorosa que dijo: “yo también puedo crear”.
A quienes no se rindieron.
A quienes tocaron muchas puertas y pocas se abrieron,
a quienes les dijeron “eso no es arte”
y aun así, algo les ardía en el pecho con forma de color, de nota, de palabra.
A quienes sobrevivieron al silencio o al desprecio,
y siguieron creando como quien respira.
A quienes sienten sin saber.
A quienes alguna vez dijeron “yo no sé de arte”
pero una obra les quebró el pecho sin pedir permiso.
A quienes temieron emocionarse, y hoy se permiten temblar
frente a una canción, una pincelada o una escena.
El arte no siempre se entiende; a veces se reconoce por lo que sacude.
A quienes criticaron sin comprender.
A quienes lanzaron juicios ligeros sin saber cuánta verdad, cuánto esfuerzo,
cuánta alma había detrás de cada intento.
Ojalá este manifiesto sirva para reorientar sus velas,
afinar su brújula, y abrir su juicio con más humildad que soberbia.
A quienes aún creen que el arte no es para ellos.
El arte no es un lujo. Es un espejo, un puño, un abrazo,
un relámpago que recuerda que estamos vivos.
No necesitas una cátedra para sentirlo, ni una beca para defenderlo,
aunque también hay arte que se gesta en las aulas
y merece ser vivido con el corazón despierto.
A quienes descalifican desde la comodidad.
Este manifiesto no busca complacer comités ni rendir examen frente al dogma del gusto.
No se escribe contra la academia, sino contra los muros que a veces levanta.
No pretende legitimar lo ilegítimo, sino visibilizar lo que a menudo ha sido excluido.
El arte no cabe solo en los marcos del pasado ni en los salones consagrados;
también habita en lo cotidiano, lo marginal, lo intuitivo.
A quienes alguna vez fueron conmovidos sin saber por qué.
Este texto es para ti, si alguna vez una canción te salvó,
una película te cambió la mirada, o una pintura te dijo algo que nadie más te dijo.
Si alguna vez una obra te tocó sin explicación, estás más cerca del arte que crees.
A quienes caminan por dos rutas distintas… y legítimas.
Algunos llegan al arte por la vía del aula,
otros por la vía del asombro, del instinto o de la urgencia.
Unos tienen tesis, otros tienen cicatrices.
Unos tienen becas, otros tienen oficios, fogatas, dudas y una libreta rayoneada.
Ambas rutas son válidas. Ambas son legítimas.
La academia ofrece fundamentos, metodología, redes.
El autodidactismo ofrece intuición, hambre, libertad.
Ambos caminos aportan al arte lo que el otro no alcanza a mirar por completo.
Pero no todo está parejo:
quienes caminan sin diplomas cargan
muchas veces con el peso del silencio,
con vitrinas cerradas, convocatorias excluyentes,
salones donde el currículum vale más que la obra.
Y eso duele.
Duele más cuando una propuesta honesta
se queda fuera, no por su falta de valor,
sino por no tener sellos ni apellidos correctos.
Manifiesto Arteograma no pide que bajen la vara,
sino que abran la puerta un poco más.
Porque hay obras que aunque no nacieron en un posgrado,
respiran verdad, provocan sentido, y pueden iluminar espacios dormidos.
A quienes, habiendo transitado los caminos formales de la academia,
supieron mantenerse humildes, sensibles y fieles al espíritu del arte.
A quienes no confundieron el diploma con la esencia,
ni la técnica con la verdad.
A quienes entendieron que el conocimiento no es un pedestal,
sino una herramienta para iluminar, compartir y despertar conciencias.
A quienes hicieron de la formación académica no una torre de marfil,
sino un puente hacia los otros.
Su sabiduría, su apertura y su autenticidad también sostienen
el alma del arte.
Bienvenido al centro del laberinto.
Aquí no traemos respuestas,
pero sí preguntas peligrosamente necesarias.
Porque la incomodidad, cuando es honesta,
también es un camino hacia el arte.
Porque el arte no necesita pasaporte,
sólo corazones despiertos.
Y si tú estás leyendo esto…
ya estás del lado de los que sienten.
